viernes, 6 de diciembre de 2013

El Café de los Futuristas (1917-1918)

"La única posibilidad de seguir haciendo la revolución una vez que la Revolución había llegado al poder sería dedicarse a lo mismo a lo que se dedicaba antes de que llegara la Revolución. [Mayakovski] Se parapeteó en el Café de los Futuristas en el pasaje Nastasinsky a recitar sus poemas. Sabía que no era suficiente, pero de momento eso es lo que le pedía el cuerpo. Había dos clases de habituales en el café de Burliuk y Kamenski: los espectadores y los actores. Los especatadores solían ser burgueses en retirada que creían que al calor de aquellos locos borrarían las sospechas que sobre ellos pesasen, o quizá iban sólo en pos de un poco de diversión. No le pasaba desapercibido ese hecho al poeta, que le escribía a Lily tintando sus cartas de pesimismo acerca de lo que les aguardaba. Aunque a veces pasaban cosas divertidas, como cuando dos muchachas y un muchacho entraron en el café con una resma de periódicos recién salidos de imprenta, Burliuk los compró todos, se subió al estrado y empezó a hacerlos pedazos uno por uno repitiendo: no apoyaremos a los moribundos. El café no podía ser suficiente, así que lanzaron un manifiesto-decreto exigiendo la democratización del arte y presentándose como los depositarios del arte revolucionario de la juventud. La calle era la materia prima del arte, en palabras de Maiakovski, las calles son nuestros pinceles, las plazas públicas nuestra paletas, los muros de los edificios nuestros lienzos. (...)

Sus bolsillos empezarían a ser insuficientes para meter todo el dinero que ganaría [con el estreno de la película No nació para el dinero, basada en la novela Martin Eden de Jack London y con guión de Mayakovski]. Pero su feudo principal era el Café de los Futuristas, inspirado en el Café de los Poetas que Burliuk y Kamenski habían abierto en el Moscú de la revolución, gracias a un permiso que consiguió Maiakovski. Allí mismo tendrían que rodarse esas escenas, para que sus compañeros de fatiga futurista salieran, y saliera el mural con el caballo de diez patas que era el escudo del local. Iván Nov recita sus versos a Burliuk en el Café de los Futuristas, y Burliuk se exalta, es maravilloso, le dice, eres un gran poeta, no tienes que preocuparte más del dinero, te daré cincuenta kopeks al día. A Burliuk le emocionó que Maiakovski le agradeciera así que le hubiese descubierto cuando aún no era nadie, sólo un muchacho con la cabeza llena de pájaros, el pasado lleno de derrotas, el presente indeciso y frío. Toda Rusia vería ahora quién era el verdadero descubridor de Maiakovski. (...)

No fue la única mala noticia [el fracaso del film Prisionera de la película]. El Gobierno revolucionario había decidido también cerrar el Café de los Futuristas, campeón de los cafés de Moscú, donde había tantos cafés de artistas, los imaginistas se reunían en El Caballo de Pegaso, estaba también La Caja de Música, estaba El Pintoresco. En el Café de los Futuristas Maiakovski leía una noche sí y otra también, llegaba a la hora que quería, se subía a la tarima, y empezaba a recitar. La guerra contra los blancos se recrudecía. No era momento de gracietas ni recitales carcajeantes. Y además los futuristas se habían pasado de la raya. Habían aprovechado el nombramiento del pintor Cheremberg como director del IZO -la sección de Artes Plásticas del Comisariado de Cultura- para manejarlo a su antojo, plantear proyectos delirantes. Burliuk, Kamenski y él publicaron en la revista El Arte de la Comuna un texto titulado Orden Primera al Ejército del Aire, en el que pedían a los pintores y a los poetas que no perdieran más el tiempo y cubrieran de colores brillantes todas las paredes grises de la ciudad, que pintaran de alegría los tranvías y los ferrocarriles. Y los poetas y los pintores pensaron que era un orden de verdad, que venía de arriba, que tenía el consentimiento de la autoridad competente, y salieron a la calle a obedecer, y la gente podía ver a Chagall y a Alexandra Exter y a Maliévich pintando murales en sus barrios. (...)

Pero la orden de cierre del Café de los Futristas estaba cantada. Se acabó la algarabía. Burliuk pidió a Maiakovski que hablara con Osip, cada vez mejor situado, por ver si podía arreglarle un permiso para marcharse al extranjero. Eres un traidor, le dijo Maiakovski, pero no te voy a denunciar, nos dejas, hay una guerra, un combate, es el asalto final, y nos dejas, no esperaba menos de ti. Burliuk se había hecho transparente a los ojos de Maiakovski, pero esta vez no tenía un lienzo sin pintar en lugar de corazón, sino una hiena. (...)

El futurismo parecía sentenciado, así que lo mejor sería construirle una tumba justa a lo que había significado, aunque Burliuk quisiera borrarse y Jliébnikov ya no gorjeara y se le viera poco a Kamenski después de que cerraran el Café de los Futuristas. Una tumba justa. Una antología. La primera antología futurista rusa que pudiera llevarse a los colegios para que los niños supieran de dónde venían y hacia dónde iban. La palabra del trigo, un librito que se imprimió en Petrogrado con cubierta de Maiakovski, que dibujó una espiga de trigo como corona para alumbrar aquella preciosa tumba donde cantaban Burliuk, Kamenski, Asséiev, Jliébnikov y Maiakovski".

(Bonilla, J. (2013) Prohibido entrar sin pantalones. Barcelona: Ed. Seix Barral, 2013, pp.107-108, 113-114, 126, 127, 144-145)

 Señalado con un punto rojo se halla el edificio donde se ubicaba el Café de los Futuristas, en la esquina formada por la calle Gorki (actual Tverskaya) y el pasaje Nastasyinskiy. El palacete clásico que hay justo en la acera contraria (atravesando la calle Tverskaya) es el Museo de la Revolución, actual Museo de Historia Contemporánea. En aquella época (1917-1918) aún albergaba el Club Inglés, aunque posiblemente se encontrase clausurado. Justo al lado del Café de los Futuristas, en la otra acera del mismo pasaje Nastasyinskiy, está la Casa Sitin, que más tarde fue sede de Pravda y después de Trud. Esta casa modernista, propiedad del editor Iván Sitin, se encontraba en ese momento 33 metros más hacia al Sur. En la esquina inferior derecha de la foto asoma la plaza Pushkin
(Fuente: Google Maps 06/12/2013)

 El edificio de la esquina, con cuatro columnas corintias, es la antigua casa del gobernador civil de Moscú. En alguna de esas entradas había una lavandería que se convirtió en el Café de los Futuristas. El local fue cedido por N. Filipov, heredera del propietario de la panadería donde a comienzos del siglo XX se construyó el hotel Lux. Actualmente no hay ninguna evidencia física que recuerde la existencia del café, ninguna placa que advierta del pasado futurista de este lugar. Sólo nos quedan algunos testimonios escritos de personas que lo visitaron durante su efímera existencia, entre el otoño de 1917 y el 14 de abril de 1918. Por ejemplo, el de N.N. Zaharova, que lo describió como un local al que se accedía por una puerta negra, iluminada por un farolito, con el nombre 'Café de los Poetas' (posiblemente su nombre "oficial") escrito con pintura blanca. Un vestíbulo decorado con una miniatura futurista daba paso a la sala entarimada con listones largos y estrechos donde había un piano y, a la izquierda, una barra de bar con cocina en la parte posterior. Algunos escritores como Roizman o Spassky añaden algunos detalles más. Por ejemplo que en la puerta había dibujada una flecha zigzagueante, que el techo de la habitación era bajo, que el suelo estaba cubierto de serrín y que había mesas con bancos de madera cepillada. En la pared del fondo existía una enorme pintura representando a un elefante púrpura con una trompa erguida y algunos bustos de mujer, atravesado todo el conjunto por los colores del arco iris. En las paredes había inscripciones extrañas como 'Se ha agotado la leche de sapo'

Retrato de David Burliuk realizado por Vasili Kamenski, fundadores ambos -junto a Vladímir Mayakovski- del Café de los Futuristas de Moscú

Mayakovski en uno de los actos celebrados por los cubofuturistas

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