miércoles, 20 de julio de 2016

Museo de las máquinas recreativas soviéticas


En el número 12 de la calle Kuznetskiy Most de Moscú, cerca de la esquina con la Neglinnaya ulitsa, se encuentra el Muzey sovetskikh igrovykh avtomatov (Музей советских игровых автоматов), el Museo de las máquinas recreativas soviéticas, conocidas popularmente como "tragaperras". Abierto al público hace ahora tres años, este museo interactivo funciona como espacio lúdico donde es posible no sólo experimentar con los artefactos electrónicos usados como entretenimiento de la juventud soviética, sino también conocer su funcionamiento y acceder hasta el corazón mismo de sus primitivos circuitos. Tal como reza la presentación de su página web (http://www.15kop.ru/) -traducida a varios idiomas, entre ellos el castellano-, hay momentos en la vida en los que todos queremos volver durante un rato a nuestra infancia, recordar con felicidad aquellos días. Y en el caso de los rusos, rememorar los campamentos de Pioneros en el Mar Negro, los dibujos animados de Soyuzmultfilm, las tardes jugando a la Sportloto, las visitas al Planetario y los paseos veraniegos con familiares y amigos por el Park Kultury de Moscú, tomando helado y algodón de azúcar. Los aparatos del Museo de las máquinas recreativas soviéticas funcionan como estímulos proustianos para que los mayores de cuarenta años sientan nostalgia de esos días del pasado, y para que sus hijos y nietos, así como los turistas que visitan la ciudad, descubran un mundo desconocido lleno de ideas estereotipadas sobre lo que fue la Unión Soviética.

El Morskoy boy ("Batalla naval"), el Zimnyaya okhota ("Caza de invierno"), el Snayper ("Francotirador") o el Viktorina ("Quiz") son algunos de los nombres de hasta un total de cuarenta máquinas, distribuidas a lo largo de dos plantas, que están al alcance de los visitantes del museo (de momento, sólo veinte funcionan). Estos dispositivos fueron diseñados, entre los años setenta y la Perestroika, en las mismas fábricas militares secretas donde se construían los misiles usados en la Guerra Fría o se mejoraban las prestaciones del último modelo de MiG. Resulta chocante imaginar a un grupo de científicos soviéticos discutiendo por la mañana sobre tasas de ignición y cabezas nucleares y por la tarde sobre el funcionamiento de una máquina para niños donde se simulaba la caza de conejos y perdices en Siberia. A los usuarios más jóvenes del museo les resultará inédito lo rudimentario de sus mecanismos y la resolución primitiva de las pantallas, en unos artilugios anteriores a los modernos microchips y la revolución informática de los años noventa. Y es que los avances tecnológicos han restado imaginación y capacidad de abstracción a las generaciones de niños que han llegado después. Los de aquellos años veían submarinos y coches de carreras donde solo había lucecitas parpadeantes y sonidos electrónicos. Una colección de estímulos lúdicos que hoy en día fracasarían estrepitosamente

Uno de los dilemas que se les planta los impulsores del proyecto fue que estos aparatos electrónicos, rescatados de almacenes y colecciones privadas, funcionaban únicamente con 15 kopeks en monedas de la URSS -de ahí el nombre de su página web-, las cuales ya no se encuentran en circulación desde 1998, cuando cesó su curso legal. La cuestión era que, o bien se encontraba una solución imaginativa al problema, o bien se modificaba el mecanismo de las máquinas haciendo que perdiesen parte de su "pureza". La dirección del museo solucionó esta contingencia de la manera más original y directa posible: facilitando dichas monedas junto con la entrada al recinto. Por si no bastaba la visión de las máquinas recreativas para despertar al niño soviético que hay dentro de cada uno de los rusos que acude a este lugar, el tacto de aquellas piezas metálicas con el emblema de la Unión Soviética ha debido llevar a más de uno hasta el paroxismo melancólico.

Existe en San Petersburgo el equivalente al Museo de las máquinas recreativas soviéticas de Moscú. Se encuentra en número 2B de la plaza Konyushennaya, cerca de la avenida Nevsky. Así mismo, ambos tienen su blog en internet (http://15kop.livejournal.com/) y sendas cuentas en redes sociales, en Facebook (https://www.facebook.com/15kop.ru) y en la rusa VK (https://new.vk.com/soviet_arcade). Los administradores de la página web del museo han creado unos juegos interactivos que reproducen exactamente los de algunas de estas máquinas y que permiten experimentar con ellos desde el ordenador o el dispositivo móvil de cada persona. Son, por ejemplo, el Magistral, el Morskoy boy, el Gorodki, el Autorally o el Zimnyaya Okhota. Vale la pena entretenerse un rato con estos videojuegos para deleitarse con su primitiva estética de los años setenta y ochenta y escuchar los estridentes sonidos que pretendían imitar un disparo de bala, una explosión o la aceleración de un coche. Esta moda de llevar a la pantalla del ordenador doméstico los antiguos juegos electrónicos de los bares y salones recreativos está teniendo éxito también en Europa. Y es que, contrariamente a lo que pensaba Vladímir Nabokov, todo el mundo puede ser sentimental y sensible al mismo tiempo, sin necesidad de ser "una bestia en sus ratos libres". 

A juzgar por los comentarios que se han ido acumulado en estos espacios virtuales, el experimento museístico ha sido un éxito. Sus usuarios comentan eufóricos las sensaciones que les ha producido volver a entrar en contacto con estos artilugios de su infancia, convirtiendo la visita al museo en un viaje en el tiempo y en un forma de explicar a sus jóvenes acompañantes cómo era ese país llamado Unión Soviética. Un país donde además de gulags y fachadas grises, también hubo gente que vivió momentos de ilusión y felicidad, como en cualquier rincón del mundo.

Algunos de estos usuarios han confesado, con la tranquilidad que da la prescripción del delito, haber recordado allí mismo las tretas que se utilizaban entonces para jugar a las máquinas sin necesidad de los 15 kopeks preceptivos. Y es que la picaresca no sabe nada de países ni ideologías. Es universal y muy juvenil. 

Mayakovski



El museo está en el número 12 de la Kuznetskiy Most, cerca del Teatro Bolshói y de la plaza Teatralnaya (parte inferior del mapa) y de la plaza Lubyanka (a la derecha). En 2014, cuando se tomó la segunda fotografía, el edificio se hallaba tapado por una lona debido a unas reformas


La entrada cuesta 450 rublos, equivalentes al cambio actual a 6,30 euros. Incluye un sobrecito con monedas de 15 kopeks de la Unión Soviética, las cuales van a parar al fondo de las máquinas tragaperras (excepto algunas que pueden acabar en el bolsillo del visitante, como recuerdo)


El museo se divide en dos plantas (primera y segunda imagen, respectivamente)

El Basketbol ("Baloncesto"), una de las favoritas de los niños soviéticos, ahora usada por sus descendientes

El Tankodrom, el juego de los tanques


La estrella de la exposición: una de las míticas expendedoras soviéticas de soda, la bebida nacional (vodka aparte) del país

El caballito mecánico, un clásico en todos los países


La Zond ("Sonda") en la que el objetivo es conseguir una de las golosinas de su interior. Según parece, es la máquina del museo más concurrida por los niños




El Morskoy boy ("Batalla naval"), una de las máquinas más recordadas por los nostálgicos. Su carcasa se encuentra abierta por un lateral para poder contemplar sus rudimentarios mecanismos


 

El Zimnyaya Okhota ("Caza de invierno"). Llama la atención lo complicado del sistema de numeración (segunda imagen), con pequeños tubos luminosos formando todos los dígitos del 0 al 9

Unos entusiasmados ex-niños soviéticos jugando en una máquina del museo

El Gorodki, quizás el juego más inteligente sobre formas y movimiento. Es uno de los que se puede utilizar desde el ordenador doméstico (ver los enlaces anteriores). Recuerda al Tetris que es, no lo olvidemos, un juego soviético diseñado en 1985 por Alekséi Pázhitnov

El museo tiene una tienda donde se pueden adquirir antiguos juguetes soviéticos, auténticas joyas para cualquier sovietófilo


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