domingo, 5 de marzo de 2017

Un retrato de Alejandro II en una exposición sobre el Centerario de la Revolución Rusa

El comité organizativo del centenario de la Revolución rusa, órgano de la Sociedad Rusa de Historia creado el 19 de diciembre de 2016 a partir de un decreto del presidente Vladímir Putin, lleva debatiendo desde finales del mes de enero el carácter de las celebraciones que se van a llevar a cabo en el país y el mensaje que esta conmemoración debe transmitir a la población rusa. Sin tener todavía claro si llamarlo "golpe de Estado de octubre" o simplemente "centenario de la revolución de 1917", dicho comité ha comenzado su labor reguladora determinando en primer lugar que lo que se celebra este año no son los acontecimientos puntuales de octubre de 1917 sino todo el proceso social, político y militar comprendido entre febrero de 1917 y el final de la guerra civil rusa en 1922. Cumplidos pues los 100 años desde el inicio de unos sucesos que conmocionaron al mundo entero, en Rusia sigue sin saberse cómo ni cuándo va a conmemorarse oficialmente esta efeméride.

Una de las primeras decisiones inesperadas, de las muchas que seguramente conoceremos en los meses venideros, la ha tomado Mijaíl Piotrovski, director del Museo del Ermitage de San Petersburgo. En la plaza que hay frente a este museo, antiguo Palacio de Invierno de Petrogrado y, por tanto, lugar de inicio de los combates de la Revolución de Octubre, se realizará próximamente una reconstrucción en vídeo 3D de la toma de este centro del poder zarista por parte de las tropas bolcheviques. Una idea muy interesante que contrasta, sin embargo, con la determinación de exponer al mismo tiempo el retrato del zar Alejandro II que ese 25 de octubre fue cosido a bayonetazos por milicianos del ejército revolucionario. Se trata de la obra del pintor e historiador húngaro Heinrich von Angeli (1840-1925) realizada en Austria en 1876.

Resulta indiscutible que ese retrato del zar, con sus cicatrices históricas, está ligado de forma simbólica a todos aquellos acontecimientos, como lo están también los edificios y calles que sirvieron de telón de fondo a las acciones armadas de los revolucionarios. Pero de ahí a exponer la pintura de un Romanov fallecido treinta y seis años antes de la Revolución de Octubre es una iniciativa, como mínimo, controvertida. Alejandro II reinó en el Imperio Ruso de forma autocrática pero con gobiernos liberales, introduciendo reformas en el país y firmando en 1861 el edicto de emancipación de los siervos. Falleció en un atentado terrorista el 13 de marzo de 1881. Los jerarcas que le sucedieron tuvieron una relación más directa con el devenir del país: un intento de atentado contra Alejandro III acabó con el ahorcamiento del hermano de Lenin, Aleksandr Uliánov, y la animadversión que el carácter pusilánime de Nicolás II generó entre sus súbditos contribuyó, entre otros motivos, a la caída en desgracia del zarismo. Más allá de la anécdota de los cuchillazos sobre el lienzo del zar, exponer el retrato de Alejandro II es una anomalía, ciertamente más publicitaria que histórica, que perturba el verdadero sentido de la conmemoración de la Revolución rusa.

A día de hoy, en la página web del Museo del Hermitage de San Petersburgo sigue sin aparecer ninguna referencia al centenario que se celebra este año. Sin embargo, en su sucursal holandesa se expone desde el 4 de febrero una muestra sobre el reinado del zar Nicolás II titulado 1917. Romanovs & Revolution. The End of Monarchy, que incluye cartas íntimas de la zarina Alejandra y una de las armas que se utilizó en julio de 1918 para la ejecución de la familia imperial. A tenor de estas primeras exposiciones sobre la Revolución rusa, es bastante probable que todas las demás que se celebren a lo largo de este año, tanto en Rusia como en el resto del mundo, tomen este cariz: la visión sesgada de aquellos hechos a través del prisma del entorno contra el cual fue dirigida aquella sublevación popular. Una estrategia muy inteligente para rememorar el pasado pero sin levantar ampollas. No en vano el presidente de la Sociedad Rusa de Historia, Serguéi Narishkin, es también el jefe del Servicio de Espionaje Exterior ruso, un doble cargo que no es fruto, seguramente, de la casualidad.

 

"Retrato de Alejandro II", obra de Angeli de 1876, con los daños producido sobre el rostro del zar con una bayoneta

Fotografía de la plaza del Palacio de San Petersburgo, frente al Museo del Hermitage, con la columna de Alejandro a la derecha. Se erigió para conmemorar la victoria contra Napoleón en tiempos de Alejandro I, abuelo del zar que aparece en el cuadro anterior. La fotografía es del autor del blog y fue tomada en 2007

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